Sir Walter Scott, el gran creador de best sellers Posted in: Escritores

Sir Walter Scott fue editor, poeta y un gran novelista romántico, pero, por encima de todo, fue el creador del género que hoy conocemos como novela histórica. La popularidad y el éxito del autor de “Ivanhoe” fueron tan grandes que su obra llegó a publicarse en prácticamente todo el mundo y batió récords de ventas para la época.

Considerado por muchos como el inventor de la novela histórica moderna, el célebre escritor y poeta escocés sir Walter Scott falleció el 21 de septiembre de 1832 en su casa de Abbotsford, en Melrose (Escocia). Pero además de un aclamado escritor, Scott fue también abogado y editor. Mientras muchos de sus colegas veían con frustración cómo sus obras apenas se vendían, la obra del autor escocés alcanzaba cotas de venta inimaginables para la época. A pesar de que la prosa empleada por el autor de Ivanhoe para narrar la revolución jacobina en su novela histórica Waverley fuera considerada por algunos críticos demasiado densa, y a veces incluso ilegible, la importancia de Scott en el devenir de la novela histórica ha sido tanta, así como el cariño de sus conciudadanos hacia su persona, que a día de hoy hallamos su nombre en diferentes rincones de Edimburgo, la capital escocesa.

Walter Scott nació en Edimburgo el 15 de agosto de 1771. Su padre fue un abogado relativamente bien acomodado y su madre era la hija de un médico. Durante su infancia, Walter sufrió un ataque de poliomielitis que lo dejaría cojo de una pierna y con una salud muy delicada de por vida. Por esa razón, sus padres lo enviaban a pasar largas temporadas a la casa que sus abuelos tenían en el campo, cerca de la frontera con Inglaterra, con la esperanza de que la salud del niño mejorase con el aire puro. Sería en ese ambiente rural donde el muchacho escucharía por primera vez algunos de los relatos y las historias que posteriormente plasmaría en su obra. El joven Walter se convirtió en un voraz lector de poesía, historia y también de cuentos de hadas. Tenía una gran retentiva, y asombraba a familiares y amigos por su entusiasta manera de recitar los versos que aprendía.

A pesar de los problemas de salud que lo acompañarían durante toda su vida, Walter Scott estudió derecho en la Universidad de Edimburgo, donde tuvo como maestro a David Hume, que era sobrino del famosos filosofo escocés, con quien compartía nombre. En 1786, Scott empezó a trabajar como aprendiz en el bufete de su padre, y siendo asistente de uno de los abogados del bufete viajó por primera vez a las Tierras Atas escocesas; aunque su misión allí no era precisamente agradable: tenían el encargo de desahuciar a una familia. En aquella época, Scott mantuvo un pleito judicial con un abogado llamado William Belsches, de Fettercairn, de cuya hija se enamoraría perdidamente. Pero la joven finalmente se casó con uno de los amigos de Scott. Aquel desengaño amoroso impulsó a Scott a escribir poesía compulsivamente y a buscar el amor en otra parte. Finalmente lo encontraría en Charlotte Carpenter, con la que tendría cinco hijos y acabaría pasando el resto de su vida.

UN AUTOR DE ÉXITO

A mediados de 1790, Scott se empezó a interesar por el romanticismo alemán, las novelas de temática gótica y las baladas populares que eran típicas de la frontera angloescocesa. Sus primera publicaciones, The Chase (La persecución) y William y Helen (1796), fueron las traducciones de dos obras del poeta romántico alemán Gottfried August Bürger. Entre 1802 y 1803, publicó una trilogía titulada Minstrelsy of the Scottish Border (Juglaría de la frontera escocesa), una antología de historias relacionadas con las antiguas redadas fronterizas, muchas de las cuales fueron mejoradas por el propio Scott. A aquella obra seguiría otra titulada The Lay of the Last Minstrel (La balada del último juglar, 1805), cuyo éxito obligaría a reeditarla en numerosas ocasiones. A aquellas publicaciones seguirían otras como Marmion (1808), La dama del lago (1810), Rokeby (1813) y El señor de las islas (1815).

El éxito de público y de crítica alcanzado con La dama del lago fue tal que traería consigo la fama y auténticos récords de ventas. En ocho meses, Walter Scott logró vender 25.000 ejemplares de su obra; las existencias llegaron a agotarse de los estantes de las librerías de Edimburgo. Pero a pesar de la fama y el reconocimiento alcanzados, Scott quería ir mas allá y plasmar en prosa todas las tradiciones recopiladas en sus viajes por Escocia. En 1814, publicó su primera novela, Waverley, donde narra las luchas entre ingleses y escoceses durante la revolución jacobita de 1745. El éxito volvió a ser tan grande, que a los dos días ya se había agotado la primera edición. Debido que en aquella época la prosa no tenía tanto predicamento como la poesía, Scott decidió firmar la novela de manera anónima.

NOVELAS PARA EL RECUERDO

Durante los siguientes cinco años, Scott siguió publicando novelas con ambientación escocesa y bajo seudónimo, aunque aquellos que estaban familiarizados con su obra sabían perfectamente quién era el autor de las mismas. Con el lema “del autor de Waverley”, Scott publicaría Guy Mannering (1815) y The Antiquary (el anticuario, 1816). Posteriormente, bajo el titulo genérico de Tales of My Landlord (Cuentos de mi terrateniente) publicó las novelas Rob Roy (1817), The Heart of Midlothian (El corazón de Midlothian, 1818) y, finalmente, en 1819, The Bride of Lammermoor (La novia de Lammermoor) y A Legend of Montrose (Una leyenda de Montrose). Poco después Scott publicaría una de sus novelas más conocidas: Ivanhoe (1819), ambientada en la Inglaterra del siglo XII con el telón de fondo de las luchas entre normandos y sajones. A esta le siguieron El monasterio y el abad (1820) y El pirata y Las fortunas de Nigel, en 1822. Además de otras dos que han sido consideradas obras maestras del autor: Kenilworth (1821) y la exitosa Quentin Durward (1823). Muchos años después, algunas de sus novelas más famosas serían llevadas a la gran pantalla, como Ivanhoe, en 1952; Quentin Durward, en 1955, o Rob Roy, en 1995.

En 1799, Walter Scott había sido nombrado alguacil diputado del condado de Selkirken (cargo que ostentó toda su vida) y en 1806 fue nombrado secretario del Tribunal de Sesiones de Edimburgo. Ambos cargos fueron un excelente complemento durante muchos años para su economía familiar, hasta que el enorme éxito de sus publicaciones hizo de Scott una persona muy rica. Ansioso por poseer una propiedad y ejercer como laird (nombre que se da en Escocia a los propietarios de grandes fincas), el ya célebre escritor se involucró entonces en negocios extremadamente peligrosos. En 1825, la crisis bancaria que asoló a todo el Reino Unido provocó que la imprenta que regentaba junto con su editor, Archibald Constable, quebrara y no pudieran hacer frente a las enormes deudas que habían contraído. Pero Scott no se arredró y no se declaró en bancarrota como sí hizo su socio. Al contrario, aceptando cualquier tipo de ayuda financiera de sus admiradores, incluido el propio monarca, Scott decidió poner todos sus bienes en un fideicomiso. Aquella estresante situación financiera acabaría dañando irremediablemente la salud de su esposa, Charlotte, que murió en 1826.

ARRUINADO, PERO FAMOSO

A pesar de todos los contratiempos económicos, la producción literaria de Scott no se vio afectada, y en 1827 publicó Buonaparte, Historia de Escocia, entre 1829 y 1830 y Tales of a Grandfather; Being Stories Taken From Scottish History (Cuentos de un abuelo; historias tomadas de la historia de Escocia), escrita entre 1828-1831. Inspirado en los diarios del parlamentario inglés Samuel Pepys y de Lord Byron, Scott también escribiría un diario que no llegaría a publicarse hasta 1890 con el titulo The Journal of Sir Walter Scott (El diario de Sir Walter Scott).

Inspirado en los diarios del parlamentario inglés Samuel Pepys y de Lord Byron, Scott también escribiría un diario que no llegaría a publicarse hasta 1890 con el titulo The Journal of Sir Walter Scott.

Por aquel entonces, la salud del escritor escocés se había resentido mucho, y decidió viajar a Malta y a Nápoles para intentar encontrar alguna mejoría junto al Mediterráneo. Su fama había traspasado fronteras y en todos los puertos donde Scott desembarcaba era recibido con todo tipo de honores. Pero de regreso a Escocia sufrió un derrame cerebral y falleció el 21 de septiembre de 1832. Tras su muerte, y a pesar de que sus deudas aún no habían sido saldas por completo, su obra siguió vendiéndose muy bien, lo que ayudo a aumentar su patrimonio y, al final, a cancelarla definitivamente.