“Lepidóptero”, por Legna Rodríguez Iglesias Posted in: Cuentos, Hay que leer

Tal vez me queden algunos días o algunas semanas de vida. Tal vez algunas horas. Me has dicho que demoras todavía un mes. No habrá tiempo a darte el código, o sí. Seré optimista. Solo recuerdo que son seis números. Me paso el día tratando de recordarlos, la memoria no es la misma. Tendrás que revisar la biblioteca, libro por libro, página por página, en uno de ellos hay una hoja con los números escritos.

En el estadio avanzado puede obtenerse aún cierta calidad de vida aceptable, a pesar de la crítica situación y los síntomas secundarios que en este momento me agobian.

Los avances actuales de la radiación y la quimioterapia son armas efectivas para tratar de que el dolor no me extermine completamente. Fui expuesto a una cirugía. De rescate, la llaman. Todo muy blanco y metálico. Varios doctores. Y enfermeras. Y auxiliares. Fueron amables y comprensivos. Me alegra.

Tuve que tomar la decisión yo mismo. No creían que estuviera solo en el mundo. Pero no estoy solo en el mundo, expliqué. Tú estás conmigo aunque no estés aquí. Ellos evaluaron las características del mal, y también los síntomas secundarios que las localizaciones metastásicas estaban produciendo.

 

Y todo dentro del contexto del hospedero, es decir, del paciente mismo, de mí. Les daba pena decirme pero yo los animé. Venga ya.

Sus consideraciones permitieron analizar e instalar la terapéutica más apropiada, con el único objetivo de ofrecerme una mejor condición de vida.

Tengo una hija, les expliqué, que acaba de dar a luz un varón de nueve libras. No me has dicho cómo le pusiste, ni a quién se parece más. Cuéntame de él.

Las situaciones más frecuentes en las que se necesita una terapéutica paliativa para un paciente están relacionadas con la extensión del proceso neoplásico y su diseminación hacia las distintas regiones u órganos que han sido invadidos. Por ejemplo el esqueleto, el sistema nervioso central, el hígado, los pulmones y otras cavidades, que dan lugar a efusiones y derrames secundarios. Lo que en mi caso equivale a todo el cuerpo. ¿Me entiendes?

Me explicaron que el esqueleto es uno de los sitios más frecuentes de diseminación metastásica a distancia, particularmente producida por neoplasias malignas originadas en la mama, el pulmón, la próstata, el riñón y el tiroides. Nunca pensé que mi próstata se convirtiera en lo que es hoy. Una piedra podrida con olor a fango. Es terrible, hija mía.

Anoche escribí en mi cuaderno la descripción exacta de lo que estaba sintiendo. Comprende que me he vuelto un hombre viejo y sensible, que llora cuando ve tu foto, y se duerme en tu cama con el suero puesto. ¿Te imaginas?

 

Los síntomas más importantes en el tratamiento que comencé son el dolor y los trastornos neurológicos producto de compresiones de la médula que pudieran presentarse en algún nivel de su extensión. Ya los he experimentado.

Hoy al mediodía, antes de tomarme una de esas sopas instantáneas que odio tanto y que son tan fáciles de preparar, llegó tu carta con la foto del bebé. Fue el pretexto perfecto para postergar la sopa, de cebolla y calabaza, e ir corriendo a la biblioteca para leerla con calma. Ojalá hubiera ido corriendo, más bien llegué a mi destino, la biblioteca, arrastrándome verticalmente, con la espalda o el costado pegados a la pared, las manos agarrando las columnas y los muebles, los pies dando pasos cortos, casi sin levantarlos del suelo.

La foto del bebé ya está en la biblioteca, en un portarretrato nuevo que simula antigüedad.

Me dijeron que tuviera en cuenta la posibilidad de fractura por debilitamiento de la contextura ósea, ocasionada por la erosión. Eso me asustó bastante. Así que tomé precauciones, regalé muchos muebles, dispuse los restantes pegados a las paredes, traté de tener buen gusto. Ahora es una casa como siempre la quisiste. Moderna y minimalista.

Estas fracturas, de las que me previnieron, son llamadas espontáneas, debido a que ocurren por un simple movimiento, y se producen con facilidad por la zona más resentida del hueso. Ocurren, sobre todo, en personas como yo, de una edad avanzada, y por supuesto, hay que solucionarlas recurriendo a métodos quirúrgicos ortopédicos. Estoy sobre aviso, no te preocupes, me muevo muy despacio, como un caracol. De aquellos que te gustaba coleccionar. Caracoles de tierra. Polymitas.

El cáncer de pulmón, dijeron, y el de riñón, y el melanoma maligno producen su metástasis en el sistema nervioso central, casi siempre. Esta manifestación puede ser debida a una metástasis en la bóveda ósea craneana, que luego invade el tejido nervioso, o directamente la masa encefálica. Los síntomas que aparecen con más frecuencia en esta localización son la cefalea, los trastornos mentales y las afecciones motoras, tales como ataxia y afasia. Cuando lo supe reí. Parecen los nombres de dos niñas gemelas que acuden al parque tomadas de las manos. Una quiere montarse en el columpio y la otra prefiere el tiovivo. Al final deciden subir al cachumbambé, para luego deslizarse en la canal. Su madre las pierde de vista y las llama para cerciorarse de que siguen juntas: ¡Ataxia y Afasia, dónde están!

Antes de imponer un tratamiento, los doctores realizaron las investigaciones necesarias para confirmar la presencia de una metástasis cerebral, y entonces decidir la medida más oportuna para mejorar el cuadro clínico.

Al principio no entendía pero luego fui entendiendo. Tú también comprenderás.

Fue importante, además, después de ser diagnosticada la metástasis, definir si era única o múltiple. Los métodos modernos de diagnóstico, tales como la gammagrafía cerebral, la tomografía axial computarizada y la resonancia magnética nuclear permitieron establecer el diagnóstico con suficiente exactitud.

Hoy, muy temprano, abrí un libro de poemas de José Kozer, su última producción: Partículas en expansión. El autor, a quien conocí una vez en una cafetería en Nueva York, me hizo sentir miserable. No por el poema en sí, un veredicto actúa sobre otro veredicto, anula la obsesión de las palabras, sino por haber confundido esas líneas al punto de verlas doble y no distinguir el veredicto. Qué diría José Kozer si me viera, incapaz de seguir sus obsesiones con la vista. La conversación que tuvimos en aquella cafetería es uno de mis recuerdos más entrañables.

También tu nacimiento, hija mía, es uno de mis recuerdos más entrañables. Naciste con siete meses. Querías salir lo antes posible.

En esa cafetería conocí a tantas personas. Una de ellas fue tu madre. Ni siquiera me miró. Iba y venía detrás del mostrador, como los doctores en el pasillo del hospital. Aunque se movía de un modo efectivo y ningún cliente conseguía sentirse mal atendido, sus movimientos eran dóciles, escurridizos. Amé la forma en que colocó la taza, perpendicular a mí, frente a mi pecho. Regresé al día siguiente y pedí algo distinto, para que no lo notara. Quería verla de forma anónima, sin que se supiera vista. Su manera se repetía. Dócil y escurridiza.

Si se hubiera tratado de una metástasis única, el método hubiera podido ser la radiación o la exéresis del nódulo solitario. La quimioterapia, debido al difícil paso de las drogas citostáticas a través de la barrera hematocerebral, tiene poca utilidad. Lo que sí resulta necesario, yo diría obligatorio, es actuar sobre el edema mediante corticosteroides, y utilizar diuréticos para disminuir la cantidad de líquido intersticial, causante a su vez del edema.

Soy casi un profesional en el tema, podríamos abrir nuestro propio consultorio, si no fuera por el tiempo.

Me has dicho que nació sano, el pequeño. Que enseguida abrió los ojos y te miró fijamente. Impresionante. Cuando tú naciste no abriste los ojos hasta el amanecer. Parecías un frijol, rosado y con pelo.

Tu madre, por supuesto, conoció a José Kozer, y lo adoró, como yo. La veía devorar sus oraciones, aprender fragmentos de poemas, observarlo fijamente en la cafetería. Gracias a José Kozer experimenté los celos, ese sentimiento mezquino y atractivo, imposible, como pocos, de disimular. Antes de morir, tu madre me entregó una carta para José Kozer que nunca le envié. Al igual que el código, debe estar entre las páginas de algún libro. Si la encuentras, envíala tú. Cumple tú su deseo. Ella estará en paz. Los dos estaremos en paz. Incluso a José Kozer lo envolverá la paz de la memoria, la alegría de un recuerdo que con seguridad olvidó.

Él llegaba, se sentaba, pedía un té verde, sacaba una hoja y un lápiz. No escribía nada hasta pasada la media hora, cuando ya había visto y oído unas cuantas palabras incoherentes yendo y viniendo a su alrededor.

Un día esperé que llegara, se sentara, pidiera el té, sacara la hoja y el lápiz, todo a su tiempo. Luego llegué yo, me senté frente a José Kozer, pedí un capuchino, lo bebí despacio y le dije: voy a quemar tus libros, para que ella no los lea. El hombre me dijo: no los quemes, véndelos.

La compresión de la médula espinal es una de las emergencias que más presionan en la oncología. Yo veía a los doctores ir y venir por esos pasillos, volviéndose locos a causa de una médula. Se pueden producir daños progresivos e irreversibles si hay lentitud en el diagnóstico, y por lo tanto, en la administración de alguna terapéutica adecuada. Aunque para ser sincero, hija mía, todo es irreversible a esta altura. La distancia entre tú y yo, por ejemplo, es igual a una compresión.

Por eso, el tratamiento primario para las lesiones de este tipo consistirá en la descompresión quirúrgica por resección del tumor, aunque sea parcial, seguida por la irradiación de la zona lesionada. Las complicaciones secundarias que aparecen son ajenas a la influencia directa de la neoplasia. Sucede que al necesitar durante un tiempo prolongado el reposo y encamamiento con movimientos limitados se producen escaras y úlceras, incontrolables. Se necesita, entonces, una higiene adecuada y curaciones con estimulantes para la epitelización. Las úlceras mejoran y hasta cicatrizan.

Sin embargo, hija mía, el dolor continúa. A la ansiedad, al miedo, y a la desesperación, los acompaña un dolor insoportable que motiva un estado depresivo. El deseo de volver a verte me mantiene en pie. Los doctores, a veces, me ven sonreír, se extrañan del brillo en mis ojos. Eres tú en mis ojos. Y es él en mis ojos. Si lo viera y no tuviera la fuerza muscular para tenerlo en mis brazos, sabría que no ha valido el esfuerzo.

Ahora mismo, mientras tecleo la palabra mismo, el dolor ocupa mi área abdominal de forma devastadora, vomito sobre mis pies, la enfermera lo limpiará. Iré arrastrándome hasta la cama, me recostaré un rato. Intentaré nuevamente recordar el código, si no, ya lo encontrarás entre dos páginas cualesquiera de algún libro magnífico.

Mi tumor es como yo, un molusco. Lleva su casa a cuestas. Yo soy su casa. Se ha deslizado con perseverancia dentro de mí, a través de mí, conmigo. Su triunfo se aproxima. Ambos lo sabemos.

Alternando contracciones y elongaciones de su organismo, lento y aplastante, tomó ventaja y ganó espacio.

El caracol crece, y también lo hace su concha.

Cada una de sus espirales logarítmicas penetra un poco más, cada vez más.

Debí de albergar al menos dos de ellos, para que se acoplaran y fecundaran. Hembra/macho uno, y hembra/macho otro, fecundaron. Sus huevos, diseminados por todas partes, poblaron el lugar.

El caracol es grande y agrio.

La vida del caracol, entre cinco y siete años, anticipó mi vida.

Como en los libros, el héroe y el antihéroe se entrelazaron. Nada más cercano a esa relación de amor/odio que los enamorados gozan.

Al morir el caracol, también muere su casa.

Los poemas de José Kozer sobre lo que él considera una casa son deliciosos manjares.

Perdona por hablarte tanto de poesía.

La biblioteca es grande y los libros son tu mejor herencia, sacúdelos y cuídalos, y sobre todo ábrelos. Si te parecen muy gruesos, tediosos, impenetrables, detente en una palabra que descubras al azar. Investiga tú misma su significado. Cada libro es mucho más que palabras y papel. A mí, por ejemplo, me encantan las tipografías, las ilustraciones, los títulos de los poemas o los capítulos. Suele haber en las frases breves toda una ciencia de vida, otro tipo de amor, que también duele.

Todo es tuyo.

A ti sola te pertenece.

 


Legna Rodríguez Iglesias nació en Camagüey, en 1984. Entre sus últimos libros publicados, en distintos géneros, están Las analfabetas (Bokeh, Leiden, 2015), No sabe/no contesta (Ediciones La Palma, Madrid, 2015), Dame Spray (Hypermedia Ediciones, Madrid, 2016), Transtucé (Editorial Casa Vacía, College Station, 2017), Miami Century Fox (Premio Paz 2016, Akashic Books, Miami, 2017). Este texto pertenece al libro Mi novia preferida fue un bulldog francés (Alfaguara, Madrid, 2017), semifinalista del Premio de Cuento Gabriel García Márquez.